
En los años ochenta, dentro de la preocupación por la apariencia y la ostentación del dinero, surgió la exhibición desenfrenada de logos y etiquetas muy visibles en la ropa. Los logos y su gráfica desmesurada proliferaron. Moschino fue uno de los más devotos en exagerar la marca en sus cinturones anchos de cuero con inmensas letras de metal, que se lucían en sus colecciones de carácter transgresor, transformados en verdaderos espectáculos donde el desaparecido Moschino sorprendía a su público, burlándose a veces de las fashion victims. La desmesura en botones, cuellos y hebillas, emparentadas con uniformes militares, fueron las señales más visibles que dejó Moschino en esta década.
Kamali, Calvin Klein y Perry Ellis
Vestidos discretos y racionalistas, andróginos, minimalistas. El cuerpo para hombres y mujeres debía tener hombros anchos, caderas angostas, brazos musculosos. En suma, un cuerpo joven y flaco. La noción de energía fue impuesta por Calvin Klein. En 1980 lanzó su línea de blue jeans ceñidos, como los que usó Brooke Shields para un comercial de su ropa. En éste preguntaba, en el colmo de la audacia:”&Quieren saber qué uso debajo de mi jean? Nada”. El comercial y la línea sexy, aunque despojada, llevó a la convicción del modisto norteamericano de que la ropa, cuanto más ceñida, más se vendía.
Desde entonces, Calvin Klein fue considerado el creador del jean firmado y aggiornado, a excepción del Levi’s. Igualmente, exitosa fue la línea de lencería masculina que Bruce Weber fotografió para la misma etiqueta. En 1982, esas fotos, consideradas eróticas, conocieron un éxito sin precedentes, ya que el paisaje urbano mundial fue invadido por hombres bellísimos en underwear marca CK.
En cuanto a la lencería femenina de la misma marca, la revista Women’s Wear Daily consideró que era más sexy que todo lo inventado después del bikini.
Issey Miyake
Para muchos, las tendencias bigb-tecb encontraron en Issey Miyake al artista-costurero más deslumbrante de la segunda mitad del siglo. Su genio y sensibilidad le permitieron, desde sus comienzos en París, ser un adelantado de la avanzada japonesa (Rei Kawakubo, Yohji Yamamoto, entre otros). Su marca de prêt-à-porter existía desde 1971, cuando se inscribió dentro del revisionismo Miyake triunfó por el confort y la amplitud de sus modelos, de gran belleza plástica en el espacio. A par de la segunda mitad de los ochenta trabajó mucho con el plisado, que según decían derivaba de la ancestral técnica del origen japonés en papel. Su estética fue deslumbrante y contemporánea de la costura clásica y los principios de corte y confección, pero descubrió, por otra parte, la tridimensionalidad del cuerpo. Elaboró, mediante técnicas de corte plano, una nueva estructura del vestido. Este cambio estaba unido al corte básico del kimono.
En los noventa, su ropa plisada se volvió emblemática de fin del siglo XX. La difusión de esa línea práctica y exótica a la vez se hizo a través de sus tiendas Pleats Please, en París y en todo el mundo. La extraordinaria riqueza plástica de formas y colores lo consagraron favorito de espectáculos audiovisuales y del ballet. Su línea de impermeables arrugados en telas con las que experimentaba constantemente, fueron otro éxito que prefiguró el siglo XXI.
En 1983, Miyake inauguró un estilo deslumbrante al presentar, como demostración de la tendencia bigh-tech, un bustier de plástico rojo. No era otra cosa que un torso de mujer modelado con precisión en plástico rojo; una suerte de escultura realista con pezones y ombligo. Desde entonces no ha cesado de investigar con nuevas tinturas naturales que tiñen formas abstractas, devenidas ropa de vestir.
