Unisex e individualismo Influencia de la música pop

Tom Wolfe definió los años setenta como “la década del yo”. Infinidad de estilos coexistieron, afirmando la identidad de sus creadores y por ende la de quienes usaron cada modelo, de marcada individualidad. Por ejemplo, las faldas largas y étnicas convivieron en los primeros años de esta década con los minishorts o botpants, que se llevaban con zapatos de plataformas exageradas; y con los jeans “pata de elefante”, que volvieron a instalar en la moda de la calle la devoción por el jeanswear. Éstos eran sólo algunos códigos de la moda joven que habían inaugurado los bippies en su revolución no violenta. Por el contrario, los años setenta fueron desafiantes en lo que se refería al Anunciadora del clash, Vogue evoca la anarquía: “La moda verdaderamente anárquica será más inteligente y más simple que todo lo que usted se puso hasta ahora. (…) Usted es única, única en su manera de vestirse. Olvide las reglas, es usted quien las hace y las deshace”. 

Es el look del rock glamour, de zapatos de plataforma, polleras largas y el cambio total de roles: los hombres se maquillan. “De una cosa estamos seguros: al principio de los setenta, la combinación espacial de los sesenta no volará.” 

Todas las reglas del “buen vestir” diseñadores, partidarios de las imágenes extremas y no preguntaba en Londres, en 1971: sesenta eran todavía “in”o “out”; los setenta eran “sin certeza”.

Muchos observadores adjudicaron esa actitud a la moda retro, que los diseñadores de la época cultivaron con gran entusiasmo. Las influencias del movimiento hippie se vieron en las colecciones con acento puesto en la contracultura. Entre los rasgos más notorios se descubrían los países orientales exóticos y afroamericanos. 

Estos estilos hicieron furor desde comienzos de los setenta hasta 1975, cuando la moda se volvió, en cierta medida, más occidental. Por otro lado, los punks que desplazaron la no violencia, también influenciaron la alta costura y el prét-a-porter.

A pesar de la libertad de los dobladillos, y aunque los hotpants y las faldas largas reemplazaron las minifaldas, el minishort, que nació en Europa, se hizo muy popular en los Estados Unidos, festejado como el hotpant que se confeccionó en todo el mundo con telas lujosas como el terciopelo, el brocato, el satén, la seda o el jersey, para marcar la transgresión. En los comienzos de los setenta, el minishort se llevaba con botas largas (ocortas) y un maxitapado hasta los tobillos, abrigo casi obligatorio tanto por cuestiones estéticas del momento como por defensa contra el frío. El fuerte individualismo de la década y la perplejidad de la guerra de los dobladillos impulsó el auge del pantalón, que volvió a las pasarelas de los desfiles. 

El boom del pantalón

En 1971 se vendieron en Francia 14millones de pantalones. Muchos cronistas decretaron que el pantalón rejuvenecía. Esta certidumbre explicó el triunfo aplastante de los jeans como nunca había ocurrido antes, desde sus orígenes en 1876, como ropa de trabajo, hasta su momento de gloria en los años cincuenta. Hubo tantas marcas de jeans como estilos. A los “pata de elefante” siguieron los de talle bajo, el modelo cigarette y el pinzado. Fiorucci le agregó el toque sexy y unisex y la consagración fue definitiva.

Una mirada retro

Los estilos rescatados del pasado, como la mirada a los Ballets Russes que a principio de siglo habían deslumbrado a Poiret por su colorido exotismo, poblaron las colecciones del comienzo de los setenta. Durante los años que siguieron, los creadores como se comenzó a llamar desde la mitad de los setenta a los diseñadores continuaron con la misma tónica teatral y cultural, invocando el pasado en todo su esplendor.