
El traje Mao, de diseño tradicional masivo e industrial y de líneas rigurosas y austeras, que tanta influencia ejerció en la moda del siglo XX, se alineó en el ropero de las que buscaban vestirse con sobriedad sofisticada. Helmut Lang era otro fanático del “menos es más”. Minimalista, su ropa se caracterizaba por la simplicidad y el despojamiento. Eran célebres sus vestidos largos con forma y textura de tee-shirt, y la chaqueta estricta, con cinturón. La apariencia austera se iluminó, en cambio, con toques de color, azul claro o dorado, alternados con tonos neutros. Otro de sus sellos fue la alianza de materias inesperadas, como la seda con el plástico. Lang era fiel a sus ideas de vanguardista e intelectual nacidas en Viena, en el grupo Wiener Moderne, y rehusaba toda espectacularidad en favor de la costura sin concesiones comerciales. Algunos críticos opinaron que sus vestidos sólo eran simples en apariencia, pero que mezclaban sutilmente un toque punk disimulado, casi imperceptible, con destrezas dignas de la alta costura.
Martin Margiela
Desde que apareció el belga Martin Margiela en la costura de fin de siglo, se habla de moda destruyó o de construida. Su estética es desafiante. En 1988 se instaló en París, donde presentó una colección en un lugar no convencional para el lanzamiento de moda: el Café de la Gare. Allí presentó la colección de pret-à-porter femenino de primavera 1989. En ella se observaban sus señales inequívocas y desconcertantes: costuras visibles, dobladillos cortados sin terminar o sin coser, y cintas en lugar de botones. Luego vinieron búsquedas inusuales en la costura. Desafíos conceptuales y definición de la desestructuración de la moda.
En 1990, una colección mostró a las modelos calzadas con zuecos japoneses con tacos altísimos, que éstas mojaban en pintura roja para dejar las huellas impresas en una alfombra de algodón níveo. Con esa tela confeccionó al año siguiente chalecos unidos por cinta scotch marrón. Y luego se radicalizó presentando sus desfiles en los salones de un estacionamiento abandonado. Allí presentó una colección de pantalones de hombre transformados en falda, con breteles de metal, realizados por el artista Guillaume Berard. Igual asombro despertó los vestidos de baile, fechados en 1950, comprados en el Marchéaux Puces, teñidos y recortados, que se llevaban sobre jeans usados. Margiela explicó que no destruía ropa, sino que la reconstruía para presentarla de otra forma. Igualmente, célebre fue su pulóver armado con un conjunto logrado de medias zoquetes, rezagos del ejército, descosidas y luego vueltas a armar, en un molde, de manera tal que los talones quedasen en los hombros, y los codos marcaran los senos de la modelo. La misma tendencia siguió en 1992, cuando exhibió su ropa en la estación de metro Strasbourg-Saint Denis. Allí mostró vestidos confeccionados con varios foulards del mercado de pulgas, reciclados y reunidos para un vestido único. En otra colección presentó bolsas de plástico de embalaje, armadas con scotch transparente, para usar sobre vestidos de algodón.
En 1993, trabajó sobre el tema del blanco absoluto, y presentó la colección en un hospital. En 1994, presentó una retrospectiva de sus propias creaciones teñidas de gris, mientras que en el mismo año cambio, siempre que sea basada en la innovación dentro de mostró otra colección que no tenía mannequins, sino solamente un filme explicativo de su ropa. Casi al terminar el siglo, Hermès incorporó a Margiela a su staff como directora de arte, para las colecciones clásicas de prêt-à-porter, sin ningún delirio extra. Quizá para seguir la filosofía de la firma, fundada en 1837, y que está la continuidad de la tradición. La imagen sólida y estable de Hermès, además de ser un símbolo de estatus, puede permitirse cualquier controlado. En el caso de Margiela, parece haber resultado.
Miccia Prada
Miccia también evocó las formas de inspiración militar, en tailleurs de sacos cerrados con cuellos discretos (sin solapa), que terminaban en curvas redondeadas, más un cinturón que feminizaba e iluminaba la gris antracita que Prada divulgó en 1995. El rigor del modelo de mayor éxito agregó una dosis de seducción similar al vestuario de Greta Garbo en “Ninotschka”, un filme de 1939, en el que la actriz interpretaba a una incorruptible militante de la Rusia comunista que era seducida por un playboy francés. Quizá Miuccia se inspiró en ese estilo tras su paso por las filas del Partido Comunista italiano varios años atrás, y mucho antes de su militancia en la costura. Por su parte, la casa Gucci se hizo célebre por su chic severo en mocasines, que usaron famosos como John Kennedy, Jack Nicholson, Liz Taylor o Raissa Gorbachev, entre otros seguidores del chic italiano propiciado por la etiqueta. Entre ellos se cuenta Grace Kelly, a quien Gucci dedicó, en 1964, el foulard llamado Flora, por su temática. Sin embargo, cuando Tom Ford tomó la dirección de la casa, ya en los noventa, además de imágenes eróticas y sexuales en las campañas gráficas, incluyó un look entre severo y pervertido para hacer más provocativa la línea de prêt-à-porter de Gucci antes de la llegada de Ford, innovando el estilo y acrecentando las ventas, luego de su vuelta a la tradicional casa.
