
Con el paso de los años, el cabello de los seres humanos tiende a perder su pigmentación y se vuelve primero gris y después blanco. El pelo gris ha sido siempre, por tanto, un indicio de la edad, aunque a veces un indicio engañoso. En el siglo XVIII, cuando tanto hombres como mujeres se empolvaban el pelo o llevaban peluca, una belleza de pelo blanco podía tener dieciséis años. Se pensaba que los rizos blancos resultaban favorecedores para el cutis y que tenían una influencia suavizante y rejuvenecedora. En el pasado, las sustancias que se utilizaban eran muy fuertes y a menudo realmente peligrosas; el resultado normalmente sólo conseguía engañar a muy pocas personas y hacía disminuir la reputación de quien las usaba a los ojos de quienes no se lo creían. Hoy el arte de teñir el pelo ha evolucionado hasta un punto en que con frecuencia es imposible detectarlo, y si llega a merecer alguna reprobación ésta es muy poco enérgica. El hecho de que el presidente Reagan se tiñera el pelo era algo que se daba por sentado y que le granjeaba las simpatías de millones de norteamericanos que hacen lo mismo. Para los hombres, a lo largo de toda la historia, un importante indicio del paso de los años ha sido la barba corrida, especialmente la gris o blanca. En los tiempos clásicos, cuando casi todos los varones iban bien rasurados, la barba la llevaban los hombres y los dioses ancianos: Júpiter, Vulcano, Neptuno. Como el traje talar, las barbas sugerían p0-der temporal. Eran también un atributo de autoridad moral y de sabiduría, o cuando menos de erudición: Sócrates y otros muchos filósofos griegos llevaban barba. En la era cristiana, la abundancia de pelo facial se ha asociado también con la edad, la autoridad y la sabiduría. A ley patriarcas y profetas bíblicos, los eremitas y los padres de la Iglesia Moisés, Salomón y Noé, Isaías y Ezequiel, san Antonio y san Jerónimo-se los suele representar con largas barbas. Personajes más jóvenes, como Jacob y David, normalmente aparecen con la cara bien afeitada. Dios Padre siempre aparece con una gran barba; Jesús, por su parte, suele llevar una barba bien cuidada y con frecuencia bastante recortada, del tipo que esté más de moda en la época en que lo pinte el artista.
VESTIDOS DE ACUERDO CON NUESTRA EDAD
Los seres humanos no siempre representan verbalmente la edad que tienen. Las personas de mediana edad o aún mayores utilizan de vez en cuando jergas «modernas», aunque a veces estén un poco pasadas de moda; los jóvenes de uno y otro sexo intentan impresionar a sus iguales o a sus mayores con declaraciones juiciosas y formales y utilizando palabras complicadas. Lo mismo ocurre en el lenguaje de la indumentaria. En cualquier gran reunión social es posible ver a personas vestidas «más jóvenes» o «más viejas» de lo que prescriben los usos vigentes. Consciente o inconscientemente, su ropa es un mensaje, y un mensaje que todos los presentes comprenden instintivamente. Así podemos estar a la defensiva-ya sea en el sentido positivo, ya en el negativo, según las preferencias de cada uno-de aquellas personas que quieren que se las vea como espontáneas, amantes de las bromas e impulsivas; de quienes quieren que juguemos con ellos y los consintamos, los cuidemos y les perdonemos sus errores infantiles. Podemos también estar a la defensiva de aquellas personas que estén deseosas de asumir nuestras responsabilidades, solucionar nuestros problemas, perdonarnos nuestros errores, cuidarnos, decirnos lo que hemos de pensar y manejarnos. Los elementos del vestido que nos dan tal información pueden ser muy sutiles: un tono de color ligeramente más subido en la falda o la corbata, un corbatín suelto o tres o cuatro centímetros menos de falda. En ocasiones se produce una desviación más evidente tanto respecto al código verbal como al indumentario. Los adultos hablan como niños pequeños, a veces entre sí; los niños precoces o sabihondos con funden y/o escandalizan a sus mayores usando palabras que «no se su pone que conozcan». El mismo fenómeno se da en el lenguaje de la moda, donde suele comportar la misma respuesta sumamente crítica. Se espera que las personas vistan de acuerdo con su edad, y casi todas las sociedades han impuesto sanciones contra el uso de vestimentas propias de otra generación. Estas sanciones varían, según la rigidez de la sociedad y la severidad de la ofensa, desde la burla cariñosa hasta la condena al ostracismo.
NIÑOS DE VERANO
Para las personas normales llevar ropa de niño constituye un tabú, pero es un tabú que sólo opera en el mundo más cotidiano. Cuando se está jugando, y especialmente en vacaciones, las normas se relajan. Otros de estos niños de verano llevan camisetas sueltas o camisetas estampadas con alegres diseños infantiles de flores, peces o barquitos de vela.
Estas prendas, que en casa o en una oficina se considerarían escandalosas o ridículas, están perfectamente diseñadas para el fin que pretenden. Proclaman al mundo que los adultos o incluso ancianos que las llevan son en la actualidad niños honorarios, con licencia para jugar en la arena, chapotear en las cálidas olas, comer suaves, dulces y pegajosos alimentos que normalmente les están prohibidos y darse paseos montados en un tren turístico en miniatura que es muy similar a los trenes de juguete que hay en los parques de atracciones para disfrute de los niños más pequeños. Entre estos felices infantes podemos ver a unos pocos turistas que no han podido, o no han querido, beber de la fuente de la juventud hasta saciar plenamente su sed. Llevan el atavío negro o marrón de corte conservador de su vida cotidiana, a menudo complementado con expresiones de impaciencia o desaprobatorias. Se evita todo adorno y estampado que no sean las rayas o los cuadros. Y, como los muchachos y muchachas de la edad que proclaman tener durante el tiempo que duran sus vacaciones, suelen presumir bastante de su equipo, aunque ahora han sustituido el cuchillo de explorador de cinco hojas y la linterna con luces de dos colores por la parafernalia más refinada y mucho más cara de los artículos de camping que se pueden comprar en ciertos comercios especializados.
