En los años ochenta, cuando los medios gráficos adquirieron tanta importancia, Diana Vreeland (1906-1989) inauguró el término “look”. Con esa palabra, Vreeland, árbitro de la moda más famoso y poderoso del siglo, se refirió básicamente al conjunto de códigos vestimentarios relacionados al estilo, la apariencia o el aspecto, que reunía glamour con elegancia, conjugados para lograr un arquetipo muy definido. Su amor por la moda y la atmósfera sofisticada en la que se crió, en París, hasta su partida a los Estados Unidos en 1930, se descubrió en toda su carrera de editora de Vogue (1936) y de Harper’s Bazaar (1962).Ya partir de 1971, como curadora del Museo del Traje, en el Metropolitan Museum of Art de Nueva York, donde organizó exposiciones memorables, como la dedicada a Balenciaga. Se retiró de la vida activa en 1985. 

La internacionalidad de la moda

En los años ochenta, las formas de comercialización fronteras. Entre ellas, las licencias que los creadores y las Especialmente en la difusión del prêt-à-porter y de los cosméticos. Las modas fueron decisivas para que ésta no tuviera casas de costura célebres otorgaron en todo el mundo. La inversión publicitaria y la difusión de las marcas se hicieron enormes y reiteradas, y los grandes desfiles se convirtieron en la vidriera más importante. Mugler, Lacroix, Kawakubo, Gaultier y Lagerfeld, entre otros, fueron los que más contribuyeron a afirmar el valor de la etiqueta a través de la provocación de las imágenes gráficas, televisivas y teatrales, con sentido del espectáculo. El éxito global de Calvin Klein, Donna Karan, Ralph Lauren, Armani, Versace, Mugler, Moschino, se debió a la cuidada imagen total para la difusión de su ropa. La hegemonía francesa fue reemplazada por las propuestas internacionales con estéticas bien diferenciadas, pero con un denominador común: la moda espectáculo y la imagen de marca

Modelos top, grunge y posmodernismo

Los años ochenta estuvieron marcados por la imagen, deslumbrante en todos sus niveles. Desde los fotógrafos, los ilustradores, los diseñadores gráficos, hasta las mannequins, maleables a todo tipo de propuesta estética y protagonistas fundamentales del lenguaje de la moda. Con un gran vedetismo en todos los medios, las modelos top, en cambio, se afirmaron en la década del noventa. Sus cachets subieron astronómicamente, y en cierta medida llegaron a quitarle el estrellato al propio modisto que las convocaba. Muchas veces en todo caso, se pusieron a la par.

El grunge

Los códigos de la década anterior fueron desapareciendo con el inicio de los noventa, y dejaron un vacío que fue ocupado, por poco tiempo y con mucha difusión, por el movimiento grunge, nacido en Seattle (Estados Unidos).Según dicen, el surgimiento de esta corriente rebelde se debió a la influencia de grupos como Nirvana y Pearl Jam, que impusieron entre sus seguidores las camisas de franela a cuadros, los vestidos largos sin talle, y los pesados botines; una mezcla de la estética hippie y punk que fue adoptada, en cierta medida,por Anna Sui y Marc Jacobs, antes de que éste fuera elegido por Vuitton. Vogue,Harper’s Bazaar y Women’s Wear Daily reflejaron el fenómeno. Clasificaron el estilo “como de calle, que reúne desde ropa de trabajo hasta ropa usada de cualquier época”. La receta era, según los cronistas, juntar un vestido floreado de Ralph Lauren o de Calvin Klein, con botas Doc Martens, enaguas antiguas, un suéter sobredimensionado y, como detalle punk, un tatuaje y un aro en la nariz, como piercing pequeñas dosis de grunge.

Postpunk

A pesar del poco tiempo y de la resonancia del grunge, hubo modistos europeos como Versace y Dolce & Gabbana que hicieron una suerte de mezclas psicodélicas, con pequeñas dosis de grunge. Al mismo tiempo, una línea recata-da hasta la exageración incluyó la cruz como uno de sus accesorios. No bien el New York Times anunció que la moda se inspiraba en hábitos religiosos, CK ensayó sofistica-das sotanas paganas, y Geoffrey Beene capas munidas de capuchones monásticos. Hacia fines de 1993, Women’s Wear Daily anunciaba que “la moda ha cambiado el convento por el burdel”. A partir de entonces, se vio emerger a la mujer despiadada y con poder. Nacía una mujer que rechazaba el minimalismo y los trazos despojados y andróginos. El nuevo prototipo tenía mucha sombra en los ojos, el barniz de las uñas muy oscuro y el rouge muy brillante y sensual. Los tacos stiletto fueron más exagerados.

Look severo

Dentro del magma de imágenes anárquicas que la calle usó, y de las propuestas de moda alternativas que inundaron el mercado en los noventa, además de la caótica iconografía del estilo cyberpunk, asomó una tendencia calma, severa, que tenía más que ver con los uniformes: ya sean militares o profesionales, cuando no de ropa de trabajo, o inspirados en la vestimenta de la clase obrera china. Jil Sander, por ejemplo, diseñó ropa de una gran sobriedad clásica con raíces minimalistas. Sus colecciones estaban basadas en el estilo masculino/femenino. Los colores eran neutros y los estampados sin estridencias, evitando cualquier tipo de ornamento que distrajera de un corte masculino, simple y logrado, con telas mórbidas de notable calidad, como cachemira y los algodones con buena caída. Su éxito fue mundial y la marca cotiza hoy en la bolsa germana. Desde 1993tiene su boutique en París, en la misma dirección donde muchos años antes existiera la maison Vionnet.