
Abandonó su carácter artesanal después de 1945 la moda se reestructuró y, una vez terminada la guerra, entró definitivamente en la esfera de las grandes finanzas. lujo y su elitismo, con más vocación y arte que grandes inversiones, de entreguerras cuando Jeanne Lanvin abrió su casa de modas con un crédito de trescientos francos antiguos. En 1946, en cambio, la fábrica de telas Marcel Boussac invirtió sumas siderales para apoyar a Christian Dior (1905-1957).
El modisto inauguró su célebre boutique de la Avenue Montaigne con una decoración Luis XVI y los sillones símbolo de la firma en medallón gris y blanco. Un marco lujoso y nuevo, desde donde lanzó, en 1947, el famoso “new look”, como lo bautizara la influyente periodista Carmel Snow en la revista Harper’s Bazaar. Una aureola de los perfumes consagrados por la etiqueta: Miss Dior (1947) y Diorissimo (1948), que olía a muguet, y su caja evocaba el rosa Dior, tonalidad más apastelada que el sbocking lanzado.
El peinado, con frente lisa y despojada, sostenía el pelo con un chignon bajo y completaba el “new look”. Lo mismo que los zapatos escarpín, de tacos altos y finos, más como sucedió en aquellos tiempos por Schiaparelli. Se utilizaban hasta treinta metros de género para las faldas plisadas (plissé soleil) o plegadas con precisión.
El éxito mundial de Dior fue arrasador. Eran años de gran dinero en los Estados Unidos y en Europa. Algunos franceses reaccionaron con reservas ante el despilfarro de tanta tela en un mismo modelo. Hubo protestas en contra del “new look “y propusieron prohibirlo, mientras las clases populares, que no podían permitirse tanto lujo y metraje, llegaron a ser tan víctimas de la moda que recurrieron a las cortinas antes utilizadas para los oscurecimientos (blackout) para poder confeccionar una falda “new look”.
