
Elsa Schiaparelli (1890-1973) incorporó, por su parte, formas del art déco, de la arquitectura y del cubismo, durante los años treinta y cuarenta.
Sin embargo, eligió como lenguaje el surrealismo, que fue la huella más clara y visible en toda su creación de moda.
Su amistad con los artistas de vanguardia, entre los que se destacaban Salvador Dalí, se tradujo en colaboraciones con ellos, que imprimieron a su ropa la riqueza de sus insólitas imágenes y su sello inimitable.
Mientras Dalí, Jean Cocteau o Christian Bérard dibujaban telas especiales para ella, Elsa se animaba a usar materiales inusuales en la costura, como el rayón y el papel celofán, en creaciones de efectos inéditos y deslumbrantes.
Al mismo tiempo que Vionnet, Gres y Sonia Delaunay, Schiaparelli reformuló nuevamente la silueta femenina. Marcó la cintura casi con exageración, devolviéndola a su lugar, dio volumen a los hombros, con hombreras y ornamentos, detuvo el dobladillo a la mitad de la pantorrilla y rebajó el contorno de las caderas en faldas tubulares, de caída estilizada.
Elsa recuperó el glamour de manera diferente al look andrógino y despreocupado de los años veinte. Fue audaz y, a través de su moda, difundió la imagen de una mujer llamativa y sexy, con grandes dosis de transgresión.
Por eso, su etiqueta fue consagrada con gran éxito, tanto en los Estados Unidos como en Europa. Y fue, sin duda, la favorita de las divas del cine de Hollywood, hambrientas de novedad y de extravagancia. Schiaparelli creó lo clásico unido a la transgresión, y por lo tanto todavía representa lo máximo de la Haute-Couture parisina. Ella ocupó el mismo lugar que Chanel, moviéndose en los mismos círculos.
Dentro de los modelos más memorables para las elegantes que buscan lo diferente, se encontraban los sombreros en forma de zapatos invertidos, o de cono (cucurucho), que Schiaparelli lanzó en exitosas colecciones en 1937.
Igualmente, espectaculares fueron los motivos con que hizo bordar pulóveres para ser usados de noche o de día, sobre una falda tubular, hasta el tobillo.
Los diseños estaban inspirados, muchas veces, en temáticas de tatuajes marineros, donde se apreciaban serpientes, anclas, esqueletos o corazones atravesados por flechas.
Sobre los trajes de baño, pieza que se volvió fundamental en el guardarropa de verano de la época, se divisaban langostas de mar y otros motivos exóticos, siempre exuberantes.
La langosta, por su riqueza gráfica, fue tomada por Dalí para diseñar una cartera, réplica del teléfono con tubo en forma de langosta, en terciopelo anaranjado. Por otra parte, una boca roja fue reproducida por Dalí, en gran escala, para realizar un sofá que se ubicó en los salones de Schiaparelli en París.
En 1936 (antes de la Guerra) creó la colección y el vestido paracaídas, y durante la Guerra, realizó vestidos que con un sistema de enganche se alargaban para la noche. Las tonalidades muy brillantes y provocativas, entre las que sobresalió la llamada sbocking, definieron las colecciones de Elsa.Era un color rosado muy subido, cercano al magenta, con mucho más de rojo. Sbocking se llamó, precisamente, su perfume más célebre, cuyo frasco fue confiado, en 1945, a la artista Leonor Fini, afín a la estética surrealista. La fuerte fragancia tuvo un éxito rotundo, quizá por el desenfado de la botella, que reproducía las formas exuberantes de la actriz y cantante Mae West, sex symbol del momento, y probablemente anticipo de las leyes del packaging, hoy ineludibles.
Otra imagen de marca de la modista fue la inclusión de botones de metales preciosos que ella definió como pequeñas esculturas, que jerarquizan y feminizan las chaquetas.
Las innovaciones de Schiaparelli fueron muchas. Las colecciones se llamaron “Instrumentos musicales”; “Mariposas”; “La colección pagana”, en la cual los modelos parecían pinturas renacentistas; “Colección astrológica”, con horóscopos, estrellas, soles y lunas bordadas sobre chaquetas y vestidos. La más conocida, “El circo”, fue inspirada por Barnum, en cuyos elegantes salones presentó los espectaculares desfiles, como ahora estamos acostumbrados a ver en Mugler, Mac Queen o Galliano.
Entre 1930 y 1940, Schiaparelli transformó la idea de la moda en humor, glamour e imaginación.
Diversas inspiraciones que siempre tentaron a la creadora, tan inéditas e insólitas en esos años en que todavía ni se pensaba en el pop art, fueron las que surgieron de artes populares, como el circo.
Dibujos de elefantes, payasos, trapecistas, se descubrían en la ropa, a manera de ornamento, dibujado o aplicado.
Igualmente, famosos fueron sus diseños de carácter surrealista: una cartera en forma de pelota, o los guantes con terminación de uñas largas y pintadas de dorado, destinados a producir un efecto llamativo, para romper la sobriedad de un tapado de cóctel.
Todas esas extravagancias, junto a sus inimitables chaquetas cortas, muy entalladas, con hombreras y profusamente bordadas por Lesage, en colores llamativos, fueron las señales más certeras de una pionera genial que introdujo en la costura algo más que leyes del propio oficio.
