
Givenchy fueron los costureros que Christian Dior, Fath, Balenciaga y inauguraron la era del creador masculino, desplazando, de algún modo, el matriarcado instituido por Vionnet, Madame Grès, Chanel, Schiaparelli y Jeanne Lanvin en años anteriores.
Estos nuevos modistos privilegiaron el mercado del consumo masivo, paralelo a la clientela privada de alta costura. Desarrollaron, en su mayoría, el sistema de ventas bajo licencia.
París era, nuevamente, la capital mundial de la moda, pero su modo de influenciarla tenía otros códigos. Al contrario de Dior, el estilo de Balenciaga se descubría en la severidad del corte y en los nuevos volúmenes que desplazaban la importancia del cuerpo de adelante hacia atrás. Líneas que disminuían la dimensión del pecho para abusar y cargar la espalda.
Balenciaga lanzó la robesac en 1957
Jacques Fath, antes de dedicarse a la moda, había sido escritor y también ilustrador. Fue uno de los primeros en coquetear con la producción pret-à-porter de gran nivel, comercializada en los Estados Unidos y firmada por modistos franceses. Si bien el “new look” era alta costura, y se compraba chez Dior, en lo de Fath se podía elegir, además, una simple falda bien hecha y un suéter de cachemira a precios accesibles para un asalariado medio. En 1948, Fath firmó un contrato con las tiendas Lord and Taylor, de Nueva York, para diseñar dos colecciones por año. Todos los modelos debían llevar la etiqueta: “Diseñado por Jacques Fath, en América, para J. Halpert”. Este último era su productor.
En 1949, Fath, junto a otros costureros franceses (Carven, Dessés, Piguet, Paquin) presentaron los moldes con sus diseños en la edición de Vogue (Estados Unidos), otro hecho nuevo dentro de lo que luego sería el prêt-à-porter. Un año antes de morir, en 1953, presentó en París su mejor colección de alta costura, en base a encajes, en simultáneo con su perfume Fath de Fath, ambos memorables.
