
A comienzos de los noventa, un grupo de diseñadores belgas llegó a París, innovando la costura. El más famoso de ellos fue Martin Margiela, de quien se habla en páginas precedentes, debido a su fuerte personalidad. Pero también se destacó Ann Demeulemeester, quien en 1992 insistió con una paleta monocromática y vestidos flotantes logrados con excelentes géneros, muchas veces de texturas inéditas, que conferían una pátina antigua. Por su parte, Dirk Bikkembergs diseñó una colección unisex, en 1995, que reinstaló esa tendencia en prêt-à-porter. Dries van Noten, en cambio, impuso a sus colecciones el toque étnicourbano con apelaciones a la ropa asiática en géneros casi transparentes, tomando la forma de vestir exótica del shalwar kameez,que consiste en llevar una falda sobre un pantalón, ambos confeccionados en telas ricas y livianas. La nueva camada de belgas incluye a Oliver Theyskens,Veronique Branquintro, A. F. Vandervorst y Walter Van Beirendock, un original diseñador que tiene su espacio donde se unen una galería de arte, lugar de juego, y donde vende, aparte de sus modelos, ropa de jóvenes diseñadores como Bernard Willhelm, cuya nueva marca (antes era W<) se llama “Aesthetic Terrorists”,y es una línea de camisetas estilo militar (en 2001).
La joven guardia
Los jóvenes creadores, distantes tanto de la alta costura tradicional como de los funcionarios de tendencias y de la moda industrial, son los que armaron la sólida fusión del arte y la moda. Sus creaciones están emparentadas al arte conceptual. La pasarela que los representa se ubica en museos o galerías, como una suerte de reflexión constante sobre el lenguaje siempre cambiante de ese arte aplicado que fue y es la moda. Mensajes independientes y caprichosos, arbitrarios, que nutren con su talento nuevos cambios e imágenes. Al filo del siglo XXI, los jóvenes creadores emergieron de países diversos y recibieron una inspiración más certera proveniente de su fuerte individualidad.
Alexander Mc Queen
A partir de la mitad de la última década del siglo XX, la alta costura volvió a París, gracias a la mejoría de la economía y a los funcionarios de tendencias, como Bernard Arnault, del grupo LVMH, que convocó a estilistas no conformistas para inyectar nuevas energías en el clasicismo que caracterizó durante años al sector.
En 1996, Galliano fue destinado a Givenchy y luego a Dior. En su lugar, Alexander Mc Queen se ocupó de Givenchy. En julio de 1997, Jean Paul Gaultiery Therry Mugler fueron admitidos en la “Chambre sindicale de la Couture Parisienne”. Todos estos diseñadores dieron un nuevo soplo de creación sobre la profesión.
Desde entonces han seguido nuevos y talentosos diseñadores hacedores de una nueva alta costura, que podríamos llamar simplemente costura. Mc Queen prepara cinco colecciones por año para Givenchy y para su propia etiqueta. Su éxito se debe a una técnica experta, unida a un gran sentido comercial.
Chalayan, Watanabe y otros
Hussein Chalayan, Junya Watanabe, Viktor and Rolf y Miguel Adrover son algunos de los nombres que más suenan entre los consagrados más jóvenes del fin de siglo. Para citar sólo algunos, a quienes los críticos consideran con mayor interés. La creación de Chalayan hace dos temporadas fueron portada de la prensa internacional especializada, a raíz del escándalo suscitado por el cierre de su desfile con mujeres desnudas, adornadas con chador oriental. “Me importa más trabajar con el cuerpo, el espacio y la identidad cultural”, dijo. Más allá de sus rarezas y experiencias filosóficas, Chalayan ya llegó a la calle a través de remeras con cartas meteorológicas, y vestidos tranquilos con costuras bordadas. Junya Watanabe, protegido de Rei alternando con otros modelos Kawakubo, la creadora de muy simples, a cuadros, con “Comme des Garcons”, logró incrustaciones metálicas parecidas imponer entre la moda de los rayos de rueda de bicicleta y basada en vestidos casi de colores de confite tiene huellas colegiala y ropa medical, románticas.
Viktor and Rolf
Por su lado, Viktor and Rolf, dos holandeses provenientes de la vanguardia, se abstuvieron de la deconstrucción y se dejaron llevar por la tendencia contraria, sorprendiendo con trajes con cuellos de Pierrot y capas de cristal Swarovsky, en 1999.
Adrover
Igualmente, interesante es el trabajo de Miguel Adrover, un español asentado en Nueva York, que recicla con talento. Su tributo al impermeable clásico de Burberry’s es el más difundido. Le bastó reconstruir, del revés, el célebre piloto, dándole la forma de un vestido neto y clásico, respetando el espíritu original y colocando, literalmente, la etiqueta en la base del cuello, así como también las charreteras típicas y las mangas ranglan, obteniendo un efecto chic. Comenzó en Londres en los ochenta, donde ganó su vida limpiando hoteles. Ayudante en sus comienzos a tiempo parcial de Alexander Mc Queen, verlo trabajar le dio el coraje de lanzarse a la creación, llegado a Nueva York en 1991. Comenzó una pequeña línea para hombres y luego para mujeres, y consideraba que “si uno es creativo se pueden hacer bellas cosas sin dinero”. En 1999 lanzó su primera colección, llamada “Manaus-Chiapas-NewYork”, desfile teatral y manifiesto político.
