Ferias de arte y decoración

Una librería de arte, bares y restaurantes completan una oferta destinada a convertir la visita a la Feria en un momento confortable. Quizá porque el presidente de la Fundación Mauro Herlitzka es también un coleccionista viajado y directivo de la Fundación Espigas (centro de documentación dedicado al arte argentino), este año se ha reforzado el programa de mesas redondas y debates en torno al arte contemporáneo. La Fundación sostiene que aún es preciso dedicar recursos y tiempo a una cierta docencia. La información sobre las actividades del salón auditorio se encuentra en www.arteba.com. Es de destacar la presencia de críticos, curadores y directores de museos internacionales, que habrán de interactuar con sus contrapartes locales. Se sabe, nadie viene a Buenos Aires de paso. Hasta aquí se llega por expreso deseo o conveniencia. ¿Conviene venir a comprar arte a la Argentina? Brindar una respuesta afirmativa a esta pregunta es uno de los desafíos que enfrenta la Fundación arteBA, que para la ocasión desarrolla nuevamente el “Programa de Coleccionismo”. Este esquema se propone ofrecer a coleccionistas locales y extranjeros un sucinto pero rico panorama de la producción artística argentina actual, a través de visitas a museos, fundaciones. colecciones privadas. encuentros con artistas y críticos. Los días otoñales de 2005 encuentran a los anticuarios argentinos infundidos de un sereno diferenciados (las tres zonas canónicas del mercado de antigüedades en Buenos Aires y alrededores: Barrio Norte, San Telmo, San Isidro), comparten un tono entre satisfecho y esperanzado. Ellos son Alberto De Caro y Enrique Rodriguels Hidalgo, del magnífico Circe; Diego Durlach, de Durgan, uno de los locales más serios de la zona Norte; y Gabriel Del Campo, con negocios en el tradicional San Telmo y en el Bajo de San Isidro, ya como representante de un estilo mucho más décontracté que viene siendo tendencia en el diseño interior vernáculo.

Unánime optimismo

Dando fundamento al optimismo colectivo están, por un lado, la certidumbre de que la demanda de antigüedades por parte de un público extranjero se afianza día a día. cómo está compuesta esta clientela sin rostro? Por particulares que llegan a Buenos Aires atraídos por el precio de las propiedades inmuebles de alto nivel-que adquieren y deben ambientar – Del Campo describe el modus operandi de algunos de ellos: “Son extranjeros que vienen con arquitecto, computadora portátil y autocar, y se arman la casa desde acá, llevándose container enteros”. Por otra parte, la demanda internacional incluye los pedidos de anticuarios para quienes sus pares argentinos buscan muebles u objetos que -saben-tendrán salida inmediata: “Hoy todos tratamos de encontrar lo que buscan nuestros

 ¿De qué forma nos juntamos con las piezas?

Prefiero no romperla. Enrique Rodríguez Hidalgo El y su socio traen otro aspecto positivo: contactos afuera: muebles lusos también algo bueno, y es que obliga a los portugueses para los brasileros, federales americanos para EE UU, pintura italiana para los marchands italianos o española para los españoles”, afirma Diego Durlach. En Circe también reconocen la incidencia (indirecta para ellos) de la presencia foránea: “El turismo no sólo beneficia al comercio en general, sino que al estar mejor los productores locales, también ellos reanudan las inversiones en arte y antigüedades”-explica Enrique Rodríguez Hidalgo.

A este perfeccionamiento y profesionalización, sin duda contribuyen algunas carreras de grado (Gestión de las artes, Museología y Decoración en sus versiones más académicas) y los cursos sobre estilos que dictan instituciones varias. También hay que referirse a la paulatina distensión del dogmatismo minimalista que imperó en el diseño de interiores finiseculares. Felizmente para el rubro, hoy se vuelve a tender hacia ambientes personales y con cierta calidez de la que el diseño del siglo XX solía renegar. El anticuario tradicional busca el objeto que hable por sí mismo, no le importa a dónde va a ir a parar. A mí me pasa al revés: tengo que imaginar al objeto en algún lugar. Si no, no lo compro. Gabriel Del Campo

De todas maneras, la arquitectura más representativa del momento actual, en muchos casos dificulta la inclusión de las clásicas piezas de anticuario. “Mucho paño fijo, mucho vestidor que hace innecesarias las cómodas, y me ha pasado de vender un secretaire espectacular del siglo XVIII y tener que llevarlo de vuelta porque no había ni una pared en toda la casa donde pudiéramos ponerlo”, cuenta todavía incrédulo el anticuario de Acassuso.

Para completar el panorama de la reactivación del negocio, es imperativo seguir a los tres representantes más ortodoxos de la profesión, que coinciden en que hoy en día y en base a una extensa tarea de educación, se ha logrado instalar la idea de que el coleccionismo de muebles de época es una excelente inversión en el tiempo (algo que, en pintura, por ejemplo, adquirió carácter de axioma hace muchos años). Y esto, a nivel mundial. La extraña especie humana que cultiva el amor por las antigüedades y que, además, las vende, ostenta una particularidad por sobre los demás vendedores de bienes varios. Del Campo, de hecho, interrogado sobre su incursión inicial en la profesión, responde:” Vengo de ser un comprador compulsivo, casi de tratamiento psicoanalítico”. Y para Durlach,“llegar a comprar (nótese: dice comprar, no vender) la perla negra, esa pieza especial con la que te vas a encontrar cuatro o cinco veces en la vida, es la razón de seguir en la actividad”. Es lindo descubrir una bandeja del siglo XVIII en la penumbra de una cocina de campo. Mucho más que verla en un remate. Diego Durlach 

Sus colegas, si bien discretos en cuanto a nombres, valores y otras precisiones, no tienen problema en contar, por ejemplo, que uno de los primeros grandes muebles que pasó por sus manos se lo compró su socio a un botellero por menos de lo que pagó una olla de cobre (Durlach); o que, cuando adquirió una importante colección de vestidos firmados por modistos franceses. ¡El albacea de la venta le recomendó que se llevara la ropa en unos baúles que había en el depósito, nada menos que “quince Louis Vuitton auténticos!” (Del Campo). cobije brillar en su local. Para ellos, la forma cómo consiguen cada mueble, cada araña, cuadro, bronce o abanico, forma parte del halo de magia que rodea al mundo anticuario; y piensan que, haciéndola pública, estarían rompiendo el hechizo. Muy respetable, por supuesto. “Además, la misma pregunta nos la hacemos nosotros en relación con lo que consiguen los del métier confiesa Enrique, y amplía-“es lo que te pasa por ejemplo en las Ferias, para las cuales todos venimos reservando cosas muy especiales, y que siempre son una gran sorpresa”. vuitton autocity. 

Pero hay otro aspecto de la trastienda -y sobre éste sí que nadie se resiste a hablar, porque en él reside la verdadera vocación del anticuario-. ¿Cómo desentrañar la historia y el origen de piezas totalmente alejadas de su contexto? Ahí comienzan las explicaciones sobre maderas principales y secundarias, herramientas manuales y mecánicas, sobre estilos, patas, frentes y herrajes. Ahí los espíritus se emocionan, las horas silenciosas de estudio de catálogos, siglos y celebridades del ebanista o la escultura o la porcelana, fluyen en conocimientos sólidos contados con pasión. Amantes de la calidad con que se hacían las cosas en tiempos pretéritos; garantes de la valoración de lo auténtico por sobre las réplicas; responsables, en suma, de que el pasado trascienda en el futuro a través de piezas cargadas de historia, los anticuarios dicen y callan, callan y dicen, y entre los silencios y las palabras, la suya se refuerza como una profesión cargada de magia.