En realidad, los japoneses, controvertidos al principio, modificaron los códigos de la moda occidental transgrediendo el sentido de las proporciones e imponiendo el negro absoluto. 

A fines de los ochenta, el negro fue el emblema de la vanguardia en el vestir, algo que quizás había comenzado en los años cincuenta con los existencialistas e intelectuales franceses. Rei se consideraba fanática del no color, y manejó una paleta de hasta una docena, o más, de negros diferentes. Los vanguardistas japoneses impusieron el negro absoluto como lo que había sido antes: el símbolo del anticonformismo. Los demás jóvenes diseñadores que coincidían con ese concepto se apropiaron del emblema y se plegaron masivamente al negro. En los ochenta, el negro comenzó a aparecer en las pasarelas y en los invitados a los desfiles de moda, especialmente en la vestimenta de las periodistas de moda, y en los noventa se convirtió en el color sin rival. Una nueva ola de jóvenes vanguardistas japoneses apareció en Paris a comienzos de los ochenta. Los dos nombres más importantes de todos ellos, y que continuaron su éxito en estos días, fueron Rei Kawakubo y Yohji Yamamoto.

Rei Kawakubo comenzó a imponer su estilo en Japón a principios de los años setenta, pero se hizo conocer cuando abrió su primera boutique vitrina en París en 1983, mostrando su “look pobre” con vestimentas que dejaban un ruedo sin coser, desestructuradas, agujereadas y con jirones. Produce gran sbock, en un momento en que todo era “glitter” y sexy; acentuó el cuerpo y las formas afirmando la monocromía del negro, que ya nunca se iría de la moda del siglo, y comenzó la tendencia de trabajar la vestimenta como volumen en el espacio. La prensa, en su inicio, consideró que las colecciones de Kawakubo que llevaban su parecían escapadas de la ropa habían elegido esos modelos para evitar destrucción provocada por la bomba atómica, y que las mujeres que se sintiera placer al mirarlas.

Otros consideraban que las creaciones de Refieran interesantes, pero difíciles de usar. La propia creadora contestó que cada agujero en su ropa había sido calculado y era el resultado de una elección técnica y estética. “Las máquinas producen telas perfectas, sin defectos. Las telas tejidas a mano, en cambio, no lo son, aunque no las uso para la producción industrial.

Amo lo que no es perfecto. Por eso he llegado a modificar mecanismos de mis máquinas de manera que se comporten caprichosamente, elaborando formas y texturas inesperadas, bellísimas e inéditas”, afirmó Rei Kawakubo. A pesar de los detractores de un principio, ella posee actualmente trescientas boutiques repartidas en treinta y tres países.